Susana Meneses, una historia que inspira

Corrían los años 1987 cuando un hallazgo en el Perú dio la vuelta al mundo: la tumba de élite de un gobernante Mochica, de la época preinca, fue desenterrada junto a su séquito y una gran cantidad de piezas de oro, plata, piedras preciosas, objetos de cerámica y madera tallada de un valor inimaginable. Este descubrimiento fue comparable al de Tutankamón en Egipto. La excavación estuvo a cargo del arqueólogo Walter Alva y su equipo. Detrás de él, había una mujer delgada, menuda, ágil, competente y entregada cuya pasión marcó el rumbo en la defensa del patrimonio cultural peruano. Su nombre: Susana Meneses de Alva.

El pasado 15 de abril se conmemoró un año más de su fallecimiento, ocurrido en 2002, y el Museo Tumbas Reales de Sipán, en Lambayeque, inauguró una exposición temporal en su honor titulada “El legado de Susana Meneses”. Esta muestra recorre su vida y obra con fotos familiares inéditas y testimonios de su incansable labor por preservar el patrimonio cultural, que hoy inspira a investigadores que siguen sus pasos.

La exposición-homenaje, como la han definido sus organizadores, es “una invitación y un llamado a valorar lo que tenemos, a construir puentes entre la historia y el presente, entre la comunidad y su identidad. La lucha de Susana Meneses no terminó con ella; su causa sigue vigente en cada iniciativa de conservación, en cada enseñanza transmitida y en cada esfuerzo por proteger nuestra herencia”, afirmó el arqueólogo Edgard Bracamonte.

Recorramos juntos la vida y obra de esta mujer inspiradora que, en los momentos más críticos —cuando reinaba el desorden, el caos y las amenazas de traficantes y coleccionistas—, estuvo al frente del Centro Arqueológico de Sipán con firme convicción: “El patrimonio será salvado a costa de nuestra vida”.

Susana Meneses nació el 11 de octubre de 1948 en Guadalupe, región La Libertad. Fue la menor de siete hermanos, hija de don Sixto Meneses Ruiz y doña Elena Castañeda. Realizó sus estudios superiores en la Universidad Nacional de Trujillo, donde se tituló como profesora de historia y geografía, y posteriormente como antropóloga. En esa universidad conoció a Walter Alva en 1969. Su relación creció en medio de las luchas estudiantiles de la época, participando activamente en la política universitaria y en iniciativas de apoyo a comunidades rurales, mientras discutían sobre vida, política, arte y cultura.

En 1973 se casaron en el puerto de Salaverry. En 1976 nació su primer hijo, Ignacio, y un año después, la familia se trasladó a Lambayeque tras la designación de Walter como director del Museo Arqueológico Brüning, donde nació su segundo hijo, Bruno Rafael. Fue también en Lambayeque donde Susana falleció el 15 de abril de 2002.

En 1977, Walter Alva asumió la dirección del Museo Arqueológico Nacional Brüning. Los Alva Meneses transformaron rápidamente el museo en un espacio acogedor, al tiempo que se involucraban en intensas excavaciones y estudios arqueológicos.

En 1987, cuando Walter recibió informes sobre el saqueo sistemático de una tumba mochica de élite, Susana no dudó en apoyarlo, enfrentando amenazas de huaqueros y grupos terroristas. Más allá de su valentía, Susana contribuyó de manera significativa al estudio arqueológico. Junto con el arqueólogo Luis Chero, asumió el trabajo de campo y, a pesar de las limitaciones, elaboraron cerca de 200 planos tallados que permitieron reconstruir la secuencia de enterramientos y el contexto arquitectónico de las Tumbas Reales Mochicas.

Entre 1993 y 1995, participó activamente en la exposición itinerante Tumbas Reales de Sipán, que se presentó en el Museo de Historia Fowler UCLA en Los Ángeles, el Museo de Arte de Houston, el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, y el Instituto de Arte de Detroit, en Estados Unidos. También colaboró en el montaje de la exposición realizada en el Palacio de Gobierno del Perú en 1993.

Susana Meneses desempeñó un papel fundamental en la consolidación del Museo Tumbas Reales de Sipán, desde su concepción hasta poco antes de su inauguración, a la cual no pudo asistir físicamente debido a su fallecimiento, pero cuyo espíritu estuvo presente en la ceremonia del 8 de noviembre del año 2002.

Asumió la responsabilidad de trabajar en la Casa Real, el espacio epílogo del museo. Su objetivo era que la visita a este centro cultural y turístico concluyera con una reconstrucción impactante y viva del descubrimiento arqueológico. Susana expresó: “Esta reconstrucción debe transmitir el espíritu de la cultura Mochica”. En los últimos meses de su vida, agobiada por una enfermedad que prefirió ocultar, estudió y dirigió cada detalle de las vestimentas y ornamentos, así como la confección de los 35 maniquíes que representan fielmente la gloriosa corte del Señor de Sipán.

Al finalizar el recorrido por el museo —que inicia en el tercer piso y desciende como un túnel del tiempo— el visitante se despide con la recreación de la corte Mochica, que Susana ideó, al son del sonido de diversos instrumentos. Los restos de Susana Meneses descansan en el Museo Tumbas Reales de Sipán, desde donde continúa inspirando a nuevas generaciones de investigadores que siguen su legado.

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