Don Barragan

Chiclayep, era un pueblo pequeño conformado por familias que se dedicaban al comercio y otros eran obreros de las diferentes haciendas de los patrones que se habían adueñado de la tierra, después de 1821, cuando la iglesia dividida en parroquias, dejó los mejores campos de cultivo en manos de los preferidos por el clero.
En el centro de la ciudad se ubicaba el parque principal, el edificio del ayuntamiento y la iglesia Matriz, en donde se veneraban los santos Las Mercedes, La Virgen del Carmen, San Martín y San Juan, que era el patrón de los campesinos y su fiesta la celebraban el 24 de junio.
El parque estaba rodeado de ladrillos de piedras y unos pasillos de bloquetas. Había plantas de molle, algunos eucaliptos y otras especies, que lo hacían lindo y papelillo que hacía sombra a las bancas de madera con respaldar, las mismas que servían para que los “señores” comerciantes y patrones de las haciendas se sentaran cuando salían por las tardes o los jueves y los domingos a reposar, después de sus labores de vigilar a sus obreros que trabajaban la tierra.
Allí se encontraban el señor Piedra, don Salazar, el señor Piminchumo, Zuñiga, don Barandearán y no faltaba don Barragán, que era el más presumido. Todos llegaban montados en sus caballos, que los dejaban en la calle Real, atrás de la iglesia, bien amarrados en su respectiva picota (). Todos los hombres de negocios y hacendados llegaban bien vestidos y con zapatos con punta de acero, con chaleco y sombrero, camisa manga larga y su cinturón ancho de cuero importado.
Después de saludarse con mucho protocolo, cada uno se sentaba a descansar o a contar su dinero, en el caso de los comerciantes. Don Barragán, era comerciante, pero también propietario de una hacienda cerca de la ciudad que se llamaba Chosica del Norte. Allí cultivaba algodón pardo y pima blanco, que lo vendía a la empresa Romero, ubicado en la ciudad de Piura. Como hombre de negocios tenía una tienda en la calle San Vicente, cerca al parque, en donde vendía todo tipo de abarrotes, hasta sogas y aperos para los asnos y caballos, que mucho utilizaba la gente, pues todos se movilizaban en asnos, mulas o caballos, no había otro transporte.
Este señor Barragán acostumbraba los jueves a sacar sus cuentas en el parque. Es decir, contar el dinero de las ventas de su negocio. Por lo que llevaba todo el dinero en un bolso grande y, además, llevaba bolsas más pequeñas de tocuyo para echar las monedas dependiendo del valor y los amarraba con hilos de colores para distinguirlos y no confundirse. Acostumbraba a llegar a las cinco de la tarde y ocupaba una banca. Extendía su alforja y empezaba a sacar las monedas de un bolso grande a contarlas y los iba depositando en las bolsas pequeñas dependiendo el valor.
La moneda de más valor era la de cinco soles de oro, luego las de dos soles, seguían las de sol, las de una peseta, que era una porción de un sol equivalente a diez pesetas. Don Barragán, tardaba unas dos horas contando y separando sus monedas y depositándoles cada uno en su respectiva bolsa de tocuyo, los amarraba bien con sus hijos de colores, todas las bolsas las depositaba en su alforja gran de varios colores, echaba al hombro y cuando el anunciante de la hora en el parque salía con su campana anunciando que ya eran a las siete de la noche, terminaba su tarea y se dirigía a su caballo pardo, colocando su alforja atravesada en la montura sobre el animal, montaba y don Barragán se perdía entre la calle Real rumbo a su casa, hasta un nuevo día. () Palo o estaca plantada a tierra, que servía para sujetar al caballo o asno y evitar que huyera.