La Liberación de los Asnos

Mojino, era un asno exclusivo para trasladar a su amo, mientras que otros de sus compañeros trasladaban la producción de la parcela o de lo que considere el patrón don Cipriano. 

Cuando terminaban la faena, mojino y sus compañeros los encerraban en el corral exclusivo para ellos y antes de dormir tertuliaban de todo lo que ocurrió en el día.

Cierto día Mojino y sus compañeros: Negrón, Rabito, Flacucho, Orejón, Chiquita, Margarita y el más chibolo de la piara Patoncito, entraron en un intenso diálogo, antes de dormir.

Mojino les preguntó: ¿Cómo les ha tratado el día, hoy?, a lo que respondió Orejón, que era el más hablador y vehemente. Diría mejor: ¿Cómo nos han tratado?, sencillamente como burros de carga. Igual que todos los días, cargando maíz, algarrobas, yerba para las vacas y los chivos, agregó Negrón, que era el más adulto y se le escuchaba vozarrón y cansado, se le notaba una cierta amargura. Además, hemos cargado agua y adobes, dijo Rabito, en un tono más juvenil, pues era relativamente joven. Mientras que Flacucho, era un poco introvertido, por lo que no dijo nada. Por su parte Chiquita y Margarita, las femeninas del grupo y se quejaban de Patoncito, como era el más jovencito, las enamoraba todo el día. Esto último generó una feliz carcajada en todos los asnos en el corral ya envuelto por la oscuridad de la noche.

Sin embargo, no podía faltar la queja permanente de la necesidad que los humanos construyan carreteras inventen los vehículos motorizados para que sean estas máquinas las que se encarguen de realizar las actividades de transporte y ellos puedan ser liberados para conocer el mundo de afuera y disfrutar de las bondades de la vida.

Hasta cuándo estaremos así, como burros de carga, se quejaba Orejón, siendo consolado por Chiquita y Margarita. A su queja se sumaba siempre Mojino, quien les decía que no pierdan las esperanzas que él se había enterado que ya en la ciudad había maquinas que emitían sonidos extraños en el que se movilizaban los humanos y pronto llegarían a la zona rural.

Así transcurría el tiempo y todos los días era la misma rutina, el amo Cipriano, desde las cinco de la mañana que se despertaba, hacía lo mismo con los asnos junto a su servidumbre colocaba la soga y aperaban a los asnos dejándoles listos para iniciar el trabajo del día. Siempre había que cargar, solo los domingos al medio día los dejaban descansar y por las noches que los soltaban en el corral y podían juntarse para hablar antes de dormir. Cuando trabajaban, no conversaban, sólo se miraban o rebuznaban, que es su naturaleza y una de las formas de comunicarse.

Un buen día, Mojino escuchó conversar a su amo con otros patrones que comentaban la llegada del alcalde del distrito para ver por dónde iban a construir una carretera y así puedan ingresar los carros, esto significaba que los asnos dejarían de ser utilizados para el transporte, por lo que esa noche ya no hubo quejas, sino alegría porque su liberación estaba cerca.

Efectivamente el alcalde del distrito en esos días llegó con maquinaria abriendo una carretera de tal manera que pronto se produciría la transformación en la vida de los campesinos, porque con la carretera ingresaría vehículos camiones, camionetas, máquinas para trasladar y llevar su producción a los mercados, al igual que regresar con las compras que hacían en la ciudad, dejando de utilizar a los asnos como transporte, perdiendo su utilidad y ya no podían seguir manteniéndolos en su poder, por lo que no quedaba otra decisión que dejarlos libres que se vayan al campo sin soga en el cuello de los animales.

Desde ese momento los asnos rebuznaron a los cuatro vientos su libertad y fueron a conocer el mundo y a disfrutarlo.

(*) Periodista