El Mojino de don Ricardo

Don Ricardo era un campesino del caserío La Alfombrilla, en una provincia cajamarquina, dedicado a la producción de papa, además de productos para el consumo familiar.

Durante su vida el hombre del campo ha logrado comprar varias hectáreas en distintos lugares de la zona y de manera disciplinada se programa para que en la semana acuda a cada una de sus parcelas.

Lo acompañan sus hijos, Santiago, Román, Alfonso y su esposa con sus dos hijas se dedican al cuidado de la casa y de los animales de la granja, así como a preparar los alimentos.

De los tres hijos varones solo Santiago, que es el mayor, está comprometido con una jovencita del caserío, pero igual trabajan juntos y con la producción de papa, logran cubrir todos los gastos que demanda en diario vivir de la familia, muy peculiar.

Cada uno tiene un lindo asno que los conduce a la chacra. Ellos se reparten el trabajo de acuerdo a las prioridades, incluso cuando hay que atender los cultivos, se ven en la necesidad de contratar peones del lugar para que ayuden al cuidado del cultivo de la chacra.

Don Ricardo, como jefe de la familia se toma las atribuciones de acudir a todas las chacras una por día, de lunes a sábado. Desde muy temprano después del desayuno que prepara la esposa Sabina y las hijas Témpora y Fredesvinda, el viejo agricultor va al corral en donde están los animales y le habla a su asno, que es el padre de todos los asnos que tiene la familia. Don Ricardo le llama “mojino”. Es un burro robusto, tiene un pelaje gris con unas manchas oscuras en el lomo y es muy fuerte.

Después del desayuno se aprestan todos a prepararse para ir cada uno a su destino, según lo planificado en la semana. Pero este día es lunes, don Ricardo, jala a mojino y le coloca el apero de cuero de vaca que ha comprado en el mercado, cubierto por una especie de paño tejido de hilo fino que le ha preparado la esposa del campesino.

Todo está listo, don Ricardo le habla a su burro, como si el animal le entendiera mojino para la las orejas y lo mira, como si le estuviera respondiendo. El veterano hombre de campo ayudado por un tronco de cedro que tiene en el frontis de su casa, monta a mojino. “Vamos mojino, a la chacra”-le habla al animal y diciendo eso con la punta de la soga le tira en el lomo posterior del animal y se van juntos como equipo de trabajo rumbo a cumplir la faena diaria.

Mojino, es un animal muy obediente, cuando su amo don Ricardo quiere acelerar el paso, le habla -“vamos de prisa mojino”- le habla, a lo que mojino acelera el paso emanando unos soplidos por las narizotas anchas producto de la rápida respiración por el caminar que realiza, sin correr.

En el camino, se cruzan los agricultores, igualmente montado en sus piajenos, como les llaman también a los burritos, algunos son hembritas y allí es cuando mojino para las orejas. Los animalitos como si se conocieran, al igual que sus amos cuando se saludan, ellos también rebuznan o mueven las orejas se dirigen la mirada levantando el hocico en señal de saludo, este es un momento extraordinario cuando se aprecia que los animales demuestran su inteligencia y las formas de comunicarse.

Pero mojino es un “macho” y como tal tiene un aprecio especial por las hembras de su especie, por lo que no solamente les dirige la mirada y las orejotas, sino que les rebuzna y abre el hocico y aspira el olor de la hembra, con el que se satisface, porque allí interviene don Ricardo ¡mojino!, le grita su amo, por lo que se tranquiliza y con un sogazo en el lomo posterior derecho, el animal se repone en su camino hasta llegar a la chacra.

Este rito se registra en cada momento que se cruzan con las asnas, cuando se encuentran los machos, tienen un saludo diferente, como si se tratara de un protocolo con mucho respeto. Todo esto se registra a lo largo del camino que conduce el destino de cada uno de los campesinos, pero en este caso especial del mojino de don Ricardo.

Por fin después de más una hora de camino llegaron a su destino y mojino ya conoce el protocolo y se ubica exactamente en donde baja su amo que por lo avanzado de su edad, requiere de un apoyo tanto para subir como para bajar.

Don Ricardo baja y con él, todo lo que lleva, le quita el apero a mojino y lo conduce hasta la inverna atando la soga a un algarrobo y se queda en medio de una alfombra verde de pasto para que se alimente mojino. Allí se pasa todo el tiempo que don Ricardo permanece realizando sus actividades en la chacra y mojino, cuando ve pasar a lo lejos una hembra, rebuzna como si les hablara, las mismas que responden, por lo menos con una mirada a los lejos, con que lo que tiene que contentarse el hermoso burro.

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