DE LAS OREJAS A LA ESCUELA
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El calor de Yapiti siempre era agobiante, pero los niños como si no lo notaran, eran los más felices y se agrupaban para jugar a la pelota, a los carritos o a las escondidas.
La mayoría estudia la primaria, pero Juan que es el más pequeño, no va a la escuela porque tuvo un accidente y se quedó rezagado, tal es así que se acostumbró a no acudir a la escuelita del lugar y como todos los niños iban a estudiar, él se quedaba solo en el barrio.
Su abuelita le pedía que le ayudara con los quehaceres de la casa a pastar los chivos, los chanchos los pollos, gallinas y los pavos, que eran abundantes, por lo que la abuelita Carmen se repartía con él las tareas de alimentar a la granja.
Sin embargo, la abuelita iba a las reuniones de la escuelita y escuchó cierto día al maestro Will que invitaba a los padres que no hayan enviado a sus niños a la escuela que los envíen nomás que él se encargaba de nivelarlos, lo importante era que estudien para que puedan salir adelante y dejar la pobreza.
Entonces la abuelita insistía que Juan vaya a la escuelita, pero Juancito, no quería ir, porque tenía miedo y temor de ir.
Incluso la mamá, que trabajaba toda la semana fuera de la casa, le había comprado sus cuadernos, sus yanques, ropa y hasta un bolsito para que lleve sus cuadernos al colegio, pero ese año realmente era opcional hasta que oficialmente lo matriculen el próximo año. Pero debido al accidente que sufrió Juancito, estaba retrasado casi dos años.
Un día la abuelita se fue al mercado y de regreso en la camioneta de don Santos Paico regresaba a casa con su alforja repleta de comida, zarandajas, arroz, fideos, pescado y camotes, entre otros productos. Allí venía el maestro Will, entonces la abuelita le comentó al maestro que su nietecito le había dicho que debía ir al colegio, pero no quería y tenia temor.
El maestro Will, ni corto ni perezoso, le dijo ahorita mismo lo llevamos. ¿Dónde está? Preguntó a la abuelita. En la casa jugando, respondió la anciana. Entonces ahorita mismo bajo y lo llevamos al colegio para que vaya avanzando, dijo el maestro muy seguro de lo que hacía.
Efectivamente, llegaron a la altura de la casa de don Juan Cobeñas, paró la camioneta único vehículo de transporte de la zona, y bajaron, la abuelita acompañada del maestro Will, que a paso ligero se dirigió hasta la humilde casita de la abuelita en donde vía Juan y sus hermanitos.
Juancito, ni se imaginaba que la abuelita y el maestro Will planeaban que vaya a la escuelita ese día. Estaba jugando con un “carro” de carrizo que había confeccionado y con la boca hacía el sonido imitando al ruido de un carro. Los niños del barrio se las ingeniaban y confeccionaban sus propios juguetes, uno de ellos era el carro de carrizo, que era de una rueda del mismo material, imitando al volante de un carro atado a un carrizo largo con la punta doblada hacia arriba como habilitándole para que se deslice en la tierra.
De pronto se percató que ya la abuelita estaba llegando a la casa con el maestro Will, quien de inmediato le dijo Juancito vamos a la escuela para que estudies, por lo que el pequeño, empezó a correr a fin de escapar del maestro. Juan tenía miedo de ir a la escuela, creía que castigaban y eso nole gustaba.
El maestro Will, joven y atlético, además practicaba mucho deporte con sus estudiantes, tenía buen físico, por lo que corrió para alcanzar al enano, hecho que no fue difícil alcanzarlo. Lo tomó del brazo y con el consentimiento de la abuelita lo llevó a la escuela.
-No se preocupe doña Carmen, allá le doy su cuaderno y su lapiz para que estudie. Juan descalzo y con la ropa toda sucia con la que estaba, se fue llorando jalado del brazo del maestro Will, cuyo carácter era temido por los estudiantes.
Al llegar a la escuelita, el maestro Will ingresó al aula y sus estudiantes se pusieron de pie y le saludaron como los tenía adiestrados. -Les traigo un nuevo compañerito, espero que lo estimen y le ayuden-, dijo en tono firme y con autoridad el maestro.
Juan lo sentó en su gabinete, abrió el estante en donde tenía cuadernos el maestro le entregó un cuaderno y un lápiz y le hizo una primera plana. Al cuaderno le puso su nombre y las primeras tareas fue de bolitas y otra de palitos. -Tienes que hacerlas igual debajo de cada bolita y de cada palita toda la hoja, le advirtió el maestro. Juan, todo asustando aceptó. Al terminar el día, el maestro le dijo que no tenga miedo que se iba acostumbrar y que al día siguiente regresara ya con sus útiles que tenga, no le dio lista de útiles, ven con lo que tengas. -Sino vienes, yo te voy a traer-, le advirtió.
Al día siguiente ya fue con sus yanques, que era el calzado de los niños del barrio, con su ropita más limpia y sus cuadernos, además, llevó una caja de pinturas con una llama en la tapa y poco a poco se fue integrando a la escuelita.
Así empezó su vida académica Juan, donde prácticamente lo llevaron de las orejas a la escuelita, años más tarde se convirtió en todo un profesional, por lo que siempre tuvo una gratitud enorme al maestro Will.