EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS

Litcan, así se llama un pueblito jurisdicción de distrito de Pulán, en la provincia de Santa Cruz, región Cajamarca en el norte de Perú, lugar hasta donde llegan miles de feligreses en busca de tocar el manto azul con filos dorados de la Milagrosa Virgen de Los Remedios, que muchos testimonian, haber sido bendecidos con sus bendiciones milagrosas.

La veneración data de varios cientos de años, inicialmente fueron solo los lugareños, quienes la veneraban, pero conforme han transcurrido los años, se fue extendiendo la creencia en la sagrada Virgen, que fue hallada en esos parajes, junto a un pozo de agua en medio de la agresividad de la naturaleza y que hoy consideran que el agua es bendita, por lo que es llevada por la mayoría de los visitantes.

Para llegar al lugar no hay mejor alternativa que trasladarse caminando partiendo desde la ciudad de Santa Cruz. Invitados para ser testigos de la veneración de la Virgen, el 21 de noviembre, día central de la festividad. Llegamos en la noche anterior para pernoctar en un alojamiento en la ciudad. La salida, nos dicen nuestro guía, será a las 4 de la madrugada.

Había mucha inquietud por el recorrido que debíamos realizar, el camino-nos advirtieron-no era plano, sino que teníamos que cruza los ramales de la cordillera, subir, cruzar, bajar, porque no había mejor alternativa. Ese caminar tardaría entre tres y cinco horas, según el avance.

A las cuatro de la madrugada empieza el viaje. Antes de esa hora todos los feligreses y el publico de la zona, se alistan para ir al día central de la fiesta, dejando de hacer todas sus actividades, lo mas importante es acompañar a la Virgen en su día central de su fiesta.

Las caravanas empiezan a caminar desde las cuatro de a madrugada. Saliendo de la ciudad y en el camino nos confundimos con toda la gente, ancianos, niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres cada quien, agrupados según el grado de relación, unos cantan, silvan y la mayoría va conversando mayormente de los hechos que se ha ocurrido año tras año en la fiesta de la Virgen. Ya en el camino, escuchamos el intercambio de experiencias que se cuentan los milagros que les ha hecho la virgen.

En el trayecto se encuentran varios poblados como Limac Bjo, Montegrande, San Francisco y las casas de los campesinos propietarios de las tierras a lo largo del camino a Litcan. En la madrugada se siente un pequeño frio y apenas se ve unas pequeñas luces que sale de las casitas que se encuentran en las faldas de los cerros y en medio de la vegetación. Adelante del grupo en el que vamos nosotros, escuchamos a don Miguel, un hombre mayor de unos 60 años con sombrero, poncho y botas y un machete en mano, que camina con su esposa y tres jóvenes que dice son sus hijos, que se encontró con un grupo de turistas. ¿Primera vez que vienen ustedes? Pregunta a los visitantes, quienes respondieron afirmativamente.

A su turno preguntan los turistas ¿Y usted? Don Miguel. Respondiendo. Yo voy todos los años, desde muy pequeño cuando la Virgen me hizo un milagro. Fui picado por la Uta y se empezó a caer parte de mi cara. Mi madre y mi padre me llevaron ante la Virgen, llevaron varios paquetes de velas y encendieron alumbrando a la Santísima Virgen pidiéndole que haga su milagrito y que no me muera. Cuando regresé con mis padres, créame que empecé a mejorar y mis heridas empezaron a sanar, tal es así que no me quedaron huellas de la enfermedad, contó muy convencido el señor Miguel, que venia desde el sector de Udima, un Centro Poblado que está a tres horas de la provincia de Santa Cruz. Los visitantes se sorprendieron con la historia que contó don Miguel con tanta convicción considerándolo que se trataba de un verdadero milagro de la Virgen de Los Remedios.

Historias como las de don Miguel hay muchas; gente de diversas partes de Perú y del extrajeron llegan cuando se celebra el día central de la fiesta de la Santa Milagrosa, con sus paquetes de velas para velar el altar de la Virgen de Los Remedios, como una muestra de su gratitud por el milagro que hizo por cada quien.

Después de caminar más de tres horas, por fin se logra divisar las torres del templo Santuario de la Virgen de Los Remedios. Allí se encuentra centenares de feligreses que llegan incluso de rodillas en el último tramo del recorrido hasta lograr tocar el altar en donde se encuentra la milagrosa Virgen. Encienden sus velas y elevan sus oraciones, algunos lloran ante la venerada imagen permaneciendo un largo momento mientras que se consume la cera y terminan besando en mando azul con filos dorados de la Virgen que se encuentra en a parte alta de su templo, abrazando a su niño con el que fue hallada la Virgen, según cuenta la historia.

Ya en horas de la mañana en medio de la multitud, hace su aparición el sacerdote junto a sus acólitos anunciando que se iniciará el oficio religioso en honor a la Santa. Los feligreses participan con sus canticos y alabanzas y en todo momento pidiéndole algún milagro en favor de la familia o de alguien en especial.

Terminada la misa, la virgen colocada en su anda de madera, cargada de flores y regalos que le llevan sus devotos, es sacado del templo para recorrer el pequeño pueblito en procesión y con el acompañamiento de la banda de músicos, los cargadores se mueven como si estuvieran bailando, pues, dicen que la Virgen tiene que bailar de alegría porque está de fiesta y su alegría debe compartirla con los visitantes. 

Tras varias horas de recorrer las calles del pueblo de Litcan la Virgen ingresa a su templo y los feligreses acuden a los diferentes toldos que se levantan para consumir ricos portajes de platos típicos como el cuy con papas, el chicharrón de cerdo con mote, estofado de pava, tragos y por la noche la fiesta continua, con bailes y fuegos artificiales, retreta de la banda de músicos y en el templo los feligreses continúan llegando para venerar a la milagrosa Virgen de Los Remedios.

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